miércoles, 9 de marzo de 2011

EL LIBERALISMO


EL LIBERALISMO POLITICO

El liberalismo es una de las ideologías que se va a oponer a lo resuelto en el Congreso de Viena. Surgió y se difundió en la primera mitad del siglo XIX pero es el heredero de las ideas de la Ilustración y de la obra de la etapa moderada de la revolución Francesa. No acepta el absolutismo, pero tampoco quiere una “democracia jacobina”. Uno de los principales exponentes del liberalismo, Benjamín Constant lo expuso claramente en una frase: “Ni Napoleón, ni Robespierre”.
¿Qué forma de gobierno propone el liberalismo? En principio la monarquía limitada pero con el paso del tiempo algunos liberales optaron por la república. En realidad el liberalismo fue evolucionando en el curso del siglo XIX y desde una actitud conservadora y oligárquica, fue pasando a una posición más democrática.

EL LIBERALISMO CLASICO
Filosóficamente el liberalismo se inspiró en las ideas de la Ilustración:
1) Creía en un orden natural que regía el universo y también al hombre. El hombre podía descubrir las leyes de ese orden natural a través de la razón y la lógica. Los problemas políticos, económicos y sociales debían resolverse aplicando esos principios lógicos
2) Se oponía a la existencia de privilegios naturales. Consideraba que todos nacían con los mismos derechos naturales y todos debían ser iguales ante la ley. Sin embargo también creían que se debían reconocer las capacidades y virtudes de cada individuo, o sea que lo que cada individuo lograra en su vida lo iba a diferenciar de los demás y eso estaba bien. Por eso consideran que los más capaces tienen derecho a enriquecerse y son también los que entienden mejor los asuntos públicos, por lo tanto sólo ellos deben ser los encargados del gobierno.
3) Como los pensadores del siglo XVIII, los liberales tienen una actitud anticlerical. Son partidarios de separar la Iglesia del estado y quieren la libertad de cultos.
Uno de los principales objetivos de los liberales era el de salvaguardar los derechos individuales; reclamaban que la autoridad respetara los derechos naturales del hombre como la libre expresión, la libertad de prensa, de reunión y de asociación, es decir, los derechos políticos. Para ellos la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 seguía siendo un documento básico para aplicar a la sociedad. La mejor forma de asegurar esos derechos era que el gobierno se abstuviera de impedir al hombre ejercerlos; reclamaban del estado sólo la mínima intervención para mantener el orden y las leyes.
Pero no bastaba con confiar en el gobernante de turno. Este debía ser limitado por una constitución que estableciera claramente las obligaciones del gobierno y los derechos individuales.
En cuanto a los límites del gobierno había discrepancias entre los liberales.
Los conservadores (o monárquicos constitucionales) creían que el gobierno debía ser una monarquía limitada pero donde el rey mantuviera cierto poder, por ejemplo el de vetar las leyes hechas por la asamblea o parlamento. El rey debía ser visto como la máxima autoridad del país y respetado como tal. Los ministros debían ser designados por él y depender sólo de él.
Los moderados (o monárquicos parlamentarios) aspiraban a que el mayor poder estuviera en la asamblea, incluso subordinando a ella a los ministros, para censurarlos y cambiarlos en caso necesario. Su modelo era la monarquía inglesa donde “el rey reina pero no gobierna”.
Ambos estaban de acuerdo en algo: un régimen electoral limitado o censitario. Es decir que para elegir a los integrantes de la asamblea o parlamento sólo podían participar aquellos que tuvieran determinada cantidad de bienes, excluyendo a la mayoría de la población. Poseer dinero, saber leer y escribir, además de ser hombre y mayor de edad eran requisitos para poder elegir representantes. Incluso para poder ser electo se requería tener algo más de dinero, reduciendo las posibilidades de ser diputados a una minoría.
Con esto queda claro por que al liberalismo se lo considera  una ideología burguesa: a través del sufragio censitario sólo la burguesía podía participar del gobierno.

LAS REVOLUCIONES LIBERALES EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX
Dentro de este período hubo tres oleadas revolucionarias que sacudieron a Europa en 1820, 1830 y 1848. Estas revoluciones se inspiraban tanto en el liberalismo como en el nacionalismo, ya que ambos tenían un enemigo común: la restauración absolutista y legitimista.


Los nacionalistas tenían como objetivo organizar en estado independientes a las nacionalidades sometidas o divididas. Los nacionalistas sostenían que había una nación allí donde existían comunidades que a través d ela historia habían creado lazos de unión como las tradiciones, el idioma, la religión, las costumbres. Los artistas de la época, que seguían la corriente romántica, exaltaron el pasado de algunas de estas comunidades e impulsaron los sentimientos nacionalistas. El Imperio creado por Napoleón y luego el Congreso de Viena, habían desconocido las diferencias nacionales imponiendo caprichosamente las fronteras. De esta forma dentro de algunos estaban coexistían diversas naciones. Esto ya sucedía antes, pero ahora la difusión del nacionalismo hacía difícil la convivencia entre naciones distintas. Fue así que los belgas quisieron separarse de Holanda a la que estaban sometidos; griegos y servios aspiraban a independizarse de los turcos; los irlandeses querían tener su propio estado y no seguir sometidos a Inglaterra; los polacos querían volver a tener su propio país que había sido absorbido por Rusia, Austria y Prusia. Los italianos por un lado y los alemanes por otro, querían unirse y dejar de ser una multiplicidad de pequeños países.
Luchar contra los monarcas de las grandes potencias era difícil y la represión usada por estos era dura; liberales y nacionalistas unieron sus fuerzas y organizaron sociedades secretas para conspirar y preparar las rebeliones.
En general, salvo excepciones,las revoluciones fracasaron, pero dejaron la experiencia y fueron debilitando a las monarquías absolutas. Francia fue uno de los países más conmovidos por las revoluciones de 1830 y 1848. En ellas el descontento popular por la mala situación económica y social fue canalizado por lo liberales y se produjeron alzamientos populares que levantaron barricadas en las calles y derrotaron a los ejércitos monárquicos. Como también hubo rebeliones en el territorio de las grandes potencias conservadoras (Rusia y Austria especialmente) estas no pudieron intervenir para evitar el triunfo liberal en Francia.
En 1830 la revolución en Francia provocó la caída del rey Carlos X (hermano de Luis XVI y que será el último de los reyes Borbones) y su reemplazo por Luis Felipe de Orleans, a quien se llamó el “rey burgués”. Se abrió un período donde la burguesía francesa, especialmente el sector financiero se desarrolló y trató de competir con la burguesía inglesa en el comercio marítimo. En 1848 se produjo una nueva revolución, más compleja porque en ella además de los liberales, participaron también los socialistas, quienes tenían influencia sobre los sectores trabajadores. La revolución triunfó, el rey Luis Felipe abandonó el trono, pero los vencedores, que discrepaban entre sí no pudieron organizar un gobierno republicano y Luis Bonaparte (sobrino de Napoleón), usando el recuerdo de la su tío y de la época de esplendor del Imperio, logró imponerse y convertirse en emperador con el nombre de Napoleón III.

EVOLUCION DEL LIBERALISMO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
La segunda etapa de la revolución industrial, enla segunda mitad del siglo XIX, provocó grandes cambios en la sociedad de los países europeos occidentales. Aumentó la población, crecieron las ciudades, se multiplicaron los problemas urbanos como la vivienda, el transporte y el abastecimiento de agua potable, extensión de las clases medias al difundirse nuevas ocupaciones, desarrollo de los sindicatos y de la lucha de estos contra los patrones para obtener mejoras en su condición de vida.
Los liberales tomaron en cuenta todos estos cambios. Además aparecieron nuevas ideas, como las corrientes socialistas, que criticaban al liberalismo por que sólo favorecía a la burguesía. El planteo liberal de que el gobierno no debía intervenir en las relaciones laborales dejando que los obreros arreglaran solos sus condiciones de trabajo con sus patrones, en épocas de abundante mano de obra, era un claro ejemplo de como el liberalismo favorecía solamente a los patrones, o sea a la burguesía.
Los movimientos obreros, cada vez más numerosos y organizados se volcaban masivamente en apoyo de las ideas socialistas o anarquistas que se mostraban favorables a ellos. Además el voto censatario, que dejaba a los trabajadores imposibilitados de elegir a sus representantes en el gobierno, era un buen argumento para las revoluciones pregonadas por los sectores radicales.
Los políticos liberales comprendieron que debían abandonar algunos de sus principios, como la no intervención del estado en el plano económico y social, para mantener alejado el peligro de una revolución. Y que esa masa enorme de trabajadores debía estar representada en las asambleas antes de que decidieran obtener el gobierno con las armas en la mano. Por eso comenzaron a hacer cambios en sus planteos que le permitieran satisfacer los reclamos más urgentes  y mientras tanto mantener el gobierno. De esta manera los liberales se democratizaron, algunos por temor a las revoluciones, otros por el convencimiento de que sin el apoyo de los más amplios sectores de la sociedad era imposible gobernar.
Los principales cambios del liberalismo fueron:
1) Aumentó la intervención del estado. Se crearon instituciones para atender a las clases sociales menos favorecidas: hospitales, asilos, orfanatos. El estado se hizo cargo de algunas funciones que el liberalismo antes había considerado secundarias y que por lo tanto tenían que estar en manos privadas. Surgió el concepto de servicio público para designar a aquellas actividades que eran tan esenciales para el buen funcionamiento de la sociedad que se consideraba al estado como el único que podía hacerse cargo de ellas. Tal lo que sucedió con el servicio de transporte de pasajeros como el ferrocarril que fue estatizado en Bélgica, Suiza y en parte en Francia.
2) Extendió el sufragio. En el correr del siglo XIX se redujeron las exigencias para poder votar y finalmente a fines de ese siglo y a comienzos del XX se implantó el sufragio universal masculino. En Francia y Alemania fue en 1871, en Austria en 1907, en Italia en 1912, en Inglaterra en 1918.
3) Masificó la enseñanza primaria. No podía concebirse el sufragio universal sin un mínimo de desarrollo intelectual. El estado se hizo cargo de la enseñanza primaria (aunque se admitía la enseñanza privada) y la estableció en forma gratuita y obligatoria. Con el desarrollo de la enseñanza también se buscaban otros objetivos: homogeneizar una sociedad cada vez más grande y compleja e imponer reglas de juego que permitieran la convivencia en las populosas ciudades.




EL LIBERALISMO ECONOMICO

El liberalismo económico tiene sus raíces en la obra del economista Adam Smith. Este consideraba a la economía como un fenómeno natural y que por lo tanto tenía leyes naturales a las que debía dejarse actuar libremente, sin la intervención del estado. La idea de que la actividad económica privada debía dejarse libre, coincidía con lo planteado por el liberalismo político acerca de la libertad individual, y no era casualidad. La burguesía, impulsora del liberalismo político, sería la más beneficiada con la libertad económica, ya que ella poseía el control de la economía al ser la propietaria de los medios de producción (fábricas, comercios, tierras, transportes, etc).


Los principios básicos del liberalismo económico son:
1) La economía se rige por leyes naturales. La sociedad está formada por productores individuales que aportan sus productos y los intercambian con otros productores; tratan de comprar lo más barato y vender al mejor precio, o sea sacar una ganancia (afán de lucro). El precio de los bienes que se intercambian va a depender del “mercado” o sea de la cantidad de compradores (demanda) y de la cantidad de vendedores (oferta). Cuando había demanda de un artículo, y por lo tanto los precios eran altos, la producción aumentaba porque, guiados por su afán de lucro, los productores aprovechaban ese momento para sacar más ganancia. Esto llevaba a un exceso de producción, o sea de oferta, lo que hacía descender el precio del artículo; entonces los productores disminuían su fabricación hasta que volvía a ser escaso y su precio volvía a subir. Estas eran las leyes naturales que hacían que la economía, según los liberales, funcionara como un mecanismo perfecto que avanzaba, se frenaba y retrocedía automáticamente, “naturalmente”.
2) No intervención del estado en la economía. El funcionamiento automático de la economía llevaba a una armonía de intereses de los distintos sectores que se perjudicaban en algunas ocasiones pero se beneficiaban en otras. Si el estado trataba de regular el funcionamiento de la economía, protegiendo a algún sector , fijando precios máximos o salarios mínimos, estimulando algún tipo de producción (subvención a alguna empresa que se consideraba importante para el país) o de alguna otra forma, se rompía esa armonía de intereses. Por eso querían que el estado se limitara a mantener el orden interno y la seguridad exterior, el estado “juez y gendarme”: castigar a quien no cumple las leyes, proteger las fronteras con el ejército y asegurar la libertad para producir y comerciar.
3) Libre empresa. Los liberales son partidarios de la más completa libertad individual en lo económico; cada productor es el que mejor sabe que, cuánto y como le conviene producir o vender. Su afán de lucro, su deseo de ganar en los negocios, lo llevará a la prosperidad. El progreso del productor le sirve a toda la sociedad, porque el individuo que obtiene ganancia la utiliza para invertir y ampliar su negocio dando ganancia a otros (más salarios, más producción de materia prima, etc) o para aumentar su consumo comprando a otros productores. De esta manera la ganancia se distribuye en toda la sociedad.
4) Libre comercio. Reclamaban la abolición de las aduanas y de los aranceles, permitiendo la entrada y salida libre de la mercadería entre los países. Los principales defensores del libre comercio eran los liberales ingleses quienes sabían de la superioridad técnica de sus industrias y la capacidad de su flota para inundar de mercaderías industrializadas a los demás países. Buscaban convencer a los demás con el argumento de que cada país estaba naturalmente preparado para dedicarse a una actividad económica y que no debía romperse esa “tendencia natural”. Así, por ejemplo, los países de América Latina, por su suelo y clima eran “naturalmente” productores de materias primas (caña de azúcar, café, lana, cueros) y debían dedicarse a eso, mientras otros, como Inglaterra, estaba preparados para industrializar esos productos y transformarlos en otra mercadería. Las burguesías de Francia y Alemania no se dejaban convencer con estos argumentos; sus industrias recién empezaban a desarrollarse y si permitían ingresar productos ingleses, no podrían competir con ellos, impidiendo el surgimiento de industrias propias.
5) Libre contrato. Los liberales sostenían que los trabajadores y sus patrones debían ponerse de acuerdo libremente sobre el contrato de trabajo (horario, condiciones laborales, salario). Partían de la idea de que todos los hombres son iguales, por lo tanto estaban en pie de igualdad para discutir y llegar a un acuerdo; si a un obrero no le servía el salario que le ofrecían podía buscar otro trabajo y lo mismo podía hacer el patrón si sus empleados no le rendían lo que él quería o deseaban contratar personal con un salario más bajo. Los liberales, al plantear esto, olvidaban que si bien el obrero era libre de contratarse o no, su situación económica no le permitía negarse a trabajar aunque el salario fuera bajo. La maquinaria que sustituía mano de obra y la gran afluencia de campesinos hacia la ciudad buscando trabajo, habían creado un “ejército de desempleados”, una oferta muy grande de trabajadores y si alguien rechazaba un trabajo esperando mejor salario, muchos otros, desesperados por la miseria, lo aceptaban.



LA RESTAURACIÓN Y EL CONGRESO DE VIENA

EUROPA ENTRE  1815 Y 1848
Luego de la derrota de Napoleón las potencias vencedoras intentan restaurar el Antiguo Régimen. El sistema absolutista prevalece durante algún tiempo (excepto en Inglaterra donde se mantiene la monarquía parlamentaria), pero para 1820 los movimientos rebeldes cobran fuerza y se desarrollan revoluciones, que luego se repiten en 1830 y 1848.
En este período las grandes potencias se ponen de acuerdo (“el concierto europeo”) para repartirse Europa. La caída de Francia puso a otros países en el primer plano de la política europea. Rusia, Prusia y Austria imponen sus condiciones y establecen cuales serán las fronteras entre los países  en el Congreso de Viena. Rusia adquiere un papel importante a pesar de estar ubicada en el extremo oriental de Europa; Austria es la principal potencia del centro de Europa y extiende su influencia sobre los estados alemanes e italianos. Prusia se consagra como una potencia militar formidable y se dispone a unificar a todos los estados alemanes. Inglaterra se diferencia cada vez más de las otras potencias europeas y continúa transformando su vida política, económica y social.
España y Portugal aumentan su decadencia al perder sus colonias en América. Alemania e Italia aún eran un montón de estados independientes.

EL CONGRESO DE VIENA
En Viena, capital de Austria, se citó a una reunión de los países europeos para asegurar el triunfo sobre Napoleón y sobre las ideas revolucionarias. La intención era volver a la situación previa ala revolución francesa y eliminar cualquier influencia que hubiera quedado de esa revolución.
El congreso se desarrolló entre noviembre de 1814 y junio de 1815 y concurrieron representantes de casi toda Europa, aunque las resoluciones que se tomaron muestran que prevaleció el interés de los “cuatro grandes”: Austria, Rusia, Prusia e Inglaterra. A las reuniones no sólo concurrieron diplomáticos, sino que asistieron las principales figuras políticas como el zar Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria, Federico Guillermo III de Prusia y el Primer Ministro Castlereagh de Inglaterra. Una de las figuras más importantes en las discusiones fue el ministro Metternich de Austria, que impulsó la política de restauración y logró concretar algunas alianzas entre las grandes potencias para evitar cualquier rebrote revolucionario.
Principios en los que se basó el Congreso de Viena.- El congreso impuso como principios de sus resoluciones los siguientes:
Legitimidad. El principio de legitimidad se establecía en dos áreas, la legitimidad territorial y la legitimidad dinástica. La legitimidad territorial establecía que se debían devolver los territorios a quienes se consideraban los legítimos dueños, los monarcas, y volver a las fronteras tal como estaban antes de la Revolución Francesa. Esto significaba, entre otras cosas, que Francia debía renunciar a los territorios conquistados durante la revolución y el período napoleónico. El rey Luis XVIII así lo hizo, manteniendo sólo pequeños territorios conquistados que se consideraban tradicionales de Francia.
La legitimidad dinástica significaba que debían volver a sus tronos las dinastías legítimas, dejando de lado los cambios de gobierno efectuados después de 1789, especialmente los realizados por Napoleón en varios países limítrofes con Francia. De esta manera los Borbones volvieron a gobernar en Francia y en España. Luis de Provenza, hermano de Luis XVI ocupó el trono de Francia como Luis XVIII y luego lo sucedió su hermano como Carlos X.
Equilibrio. Se trataba de distribuir el poder entre las principales potencias. Era un principio que sustentaban los cuatro grandes y que ya se venía dando durante los siglos XVI y XVII: cuando un país crecía demasiado, los otros lo consideraban peligroso y se unían para atacarlo. Para evitar que alguna potencia se transformara en dominante se procedió a realizar un reparto de territorios que las dejara a todas conformes y sin temores.
Principales resoluciones del congreso.- Las resoluciones más importantes que se tomaron quedaron consignadas en el acta firmada el 9 de julio de 1815 por los cuatro grandes. Este acuerdo de 121 artículos establecía un nuevo reparto territorial y normas referidas a la navegación de los ríos, la jerarquía e inmunidad de los diplomáticos, así como una exhortación a poner fin a la esclavitud.
Rusia amplió su territorio ya que se le entregó Finlandia que se la sacaron a Suecia (a quien le otorgaron Noruega quitada a Dinamarca) y se quedó con dos terceras partes de Polonia y con la Besarabia (quitada a Turquía).
Prusia se quedó con una parte de Polonia, parte de Sajonia y territorios sobre el río Rhin, extendiendo su territorio hacia el Oeste y obteniendo ricos yacimientos de carbón y hierro.
Austria se quedó con parte del norte de Italia y la costa dálmata, además de mantener una parte de Polonia. Ejercía una importante influencia en los estados italianos de Módena, Toscana y Parma.
Inglaterra estaba interesada en puntos estratégicos en el mar y los obtuvo. Logró Heligoland en el Mar del Norte, Malta y las islas Jónicas en el Mediterráneo; el Cabo en el Sur de Africa, Ceylan en Lejano Oriente y algunas islas en las Antillas. Era parte del plan británico de dominar las rutas marítimas, tener puertos para abastecer sus barcos y vender su mercadería que aumentaba a medida que se desarrollaba la revolución industrial.
Francia, el país derrotado, debió pagar una indemnización, pero mantuvo algunos de los territorios que había conquistado. Se la rodeó de estados tapones (Países Bajos, Confederación Helvética, Piamonte) que sirvieran de freno en caso de una nueva expansión, y se la mantenía bajo vigilancia por temor a que resurgieran intentos revolucionarios.
El Congreso estableció que la navegación por los ríos interiores que pasaran por más de un país era libre. De esta manera se cambiaban las disposiciones tradicionales según las cuales los estados ribereños eran los únicos que podían permitir el paso de otros países por esos ríos. Esta resolución fue impulsada por Inglaterra y era parte de su interés en beneficiar su navegación. Sus barcos podían penetrar hacia el interior de los continentes llevando mercadería sin que los países costeros pudieran impedirlo.
El sistema de alianzas.- El sistema de alianzas o “sistema Metternich” fue el instrumento que usaron las potencias para poder asegurarse el cumplimiento de las resoluciones del congreso de Viena. La paz que se había conseguido era, como dice el historiador Mousnier, “una paz de aplastamiento”. No se consultó a los pueblos si querían volver a tener sus antiguos reyes, ni se consultó a los polacos si querían ser parte de Rusia, o a los noruegos si querían ser parte de Suecia. El reparto territorial desconoció la existencia de nacionalidades, y la resolución de implantar de nuevo los antiguos monarcas desconocía la voluntad de los pueblos acerca de la forma de gobierno que preferían.

Las potencias, especialmente las tres conservadoras, Rusia, Prusia y Austria, impulsaron la creación de una alianza para intervenir militarmente en aquellos países donde se desconociera lo resuelto en Viena y se intentara una revolución para cambiar los gobiernos o las fronteras.
En setiembre de 1815 los monarcas de Austria, Rusia y Prusia firmaron una alianza que invocaba los principios de la religión cristiana, la Santa Alianza. Estaba bajo la influencia Rusa e Inglaterra se mantuvo al margen de ella. Unos meses después el ministro austriaco Metternich impulsó una nueva alianza, que esta vez si contó con el apoyo de Inglaterra. La Cuádruple Alianza establecía el compromiso de una intervención inmediata en Francia si Bonaparte intentaba recuperar el gobierno. Pero la idea de Metternich era que la alianza tuviera más alcance: tener un consejo permanente que vigilara el cumplimento de lo resuelto en Viena. Cualquier intento revolucionario debía ser sofocado con la fuerza de los ejércitos de las cuatro potencias. Si bien Inglaterra apoyaba en principio, el gobierno inglés temía que la Cuádruple Alianza se transformara en la herramienta para la intervención de los grandes países de Europa central y oriental en los países chicos y esto rompiera el equilibrio.
Las alianzas se vieron resentidas por las discrepancias entre los cuatro grandes. Austria, Prusia y Rusia estaban de acuerdo en impedir las ideas revolucionarias y en restaurar el antiguo orden clerical, aristocrático y absolutista. Pero Inglaterra, donde la burguesía se había impuesto desde hacía mucho sólo estaba interesada en que se mantuviera el orden y el equilibrio europeo que le permitiera seguir adelante con sus negocios. Incluso entre las tres potencias conservadoras había recelos: Prusia y Austria querían imponer su influencia sobre los alemanes; dentro de Austria había pueblos eslavos que reclamaban el apoyo de Rusia para liberarse.