miércoles, 9 de marzo de 2011

LA RESTAURACIÓN Y EL CONGRESO DE VIENA

EUROPA ENTRE  1815 Y 1848
Luego de la derrota de Napoleón las potencias vencedoras intentan restaurar el Antiguo Régimen. El sistema absolutista prevalece durante algún tiempo (excepto en Inglaterra donde se mantiene la monarquía parlamentaria), pero para 1820 los movimientos rebeldes cobran fuerza y se desarrollan revoluciones, que luego se repiten en 1830 y 1848.
En este período las grandes potencias se ponen de acuerdo (“el concierto europeo”) para repartirse Europa. La caída de Francia puso a otros países en el primer plano de la política europea. Rusia, Prusia y Austria imponen sus condiciones y establecen cuales serán las fronteras entre los países  en el Congreso de Viena. Rusia adquiere un papel importante a pesar de estar ubicada en el extremo oriental de Europa; Austria es la principal potencia del centro de Europa y extiende su influencia sobre los estados alemanes e italianos. Prusia se consagra como una potencia militar formidable y se dispone a unificar a todos los estados alemanes. Inglaterra se diferencia cada vez más de las otras potencias europeas y continúa transformando su vida política, económica y social.
España y Portugal aumentan su decadencia al perder sus colonias en América. Alemania e Italia aún eran un montón de estados independientes.

EL CONGRESO DE VIENA
En Viena, capital de Austria, se citó a una reunión de los países europeos para asegurar el triunfo sobre Napoleón y sobre las ideas revolucionarias. La intención era volver a la situación previa ala revolución francesa y eliminar cualquier influencia que hubiera quedado de esa revolución.
El congreso se desarrolló entre noviembre de 1814 y junio de 1815 y concurrieron representantes de casi toda Europa, aunque las resoluciones que se tomaron muestran que prevaleció el interés de los “cuatro grandes”: Austria, Rusia, Prusia e Inglaterra. A las reuniones no sólo concurrieron diplomáticos, sino que asistieron las principales figuras políticas como el zar Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria, Federico Guillermo III de Prusia y el Primer Ministro Castlereagh de Inglaterra. Una de las figuras más importantes en las discusiones fue el ministro Metternich de Austria, que impulsó la política de restauración y logró concretar algunas alianzas entre las grandes potencias para evitar cualquier rebrote revolucionario.
Principios en los que se basó el Congreso de Viena.- El congreso impuso como principios de sus resoluciones los siguientes:
Legitimidad. El principio de legitimidad se establecía en dos áreas, la legitimidad territorial y la legitimidad dinástica. La legitimidad territorial establecía que se debían devolver los territorios a quienes se consideraban los legítimos dueños, los monarcas, y volver a las fronteras tal como estaban antes de la Revolución Francesa. Esto significaba, entre otras cosas, que Francia debía renunciar a los territorios conquistados durante la revolución y el período napoleónico. El rey Luis XVIII así lo hizo, manteniendo sólo pequeños territorios conquistados que se consideraban tradicionales de Francia.
La legitimidad dinástica significaba que debían volver a sus tronos las dinastías legítimas, dejando de lado los cambios de gobierno efectuados después de 1789, especialmente los realizados por Napoleón en varios países limítrofes con Francia. De esta manera los Borbones volvieron a gobernar en Francia y en España. Luis de Provenza, hermano de Luis XVI ocupó el trono de Francia como Luis XVIII y luego lo sucedió su hermano como Carlos X.
Equilibrio. Se trataba de distribuir el poder entre las principales potencias. Era un principio que sustentaban los cuatro grandes y que ya se venía dando durante los siglos XVI y XVII: cuando un país crecía demasiado, los otros lo consideraban peligroso y se unían para atacarlo. Para evitar que alguna potencia se transformara en dominante se procedió a realizar un reparto de territorios que las dejara a todas conformes y sin temores.
Principales resoluciones del congreso.- Las resoluciones más importantes que se tomaron quedaron consignadas en el acta firmada el 9 de julio de 1815 por los cuatro grandes. Este acuerdo de 121 artículos establecía un nuevo reparto territorial y normas referidas a la navegación de los ríos, la jerarquía e inmunidad de los diplomáticos, así como una exhortación a poner fin a la esclavitud.
Rusia amplió su territorio ya que se le entregó Finlandia que se la sacaron a Suecia (a quien le otorgaron Noruega quitada a Dinamarca) y se quedó con dos terceras partes de Polonia y con la Besarabia (quitada a Turquía).
Prusia se quedó con una parte de Polonia, parte de Sajonia y territorios sobre el río Rhin, extendiendo su territorio hacia el Oeste y obteniendo ricos yacimientos de carbón y hierro.
Austria se quedó con parte del norte de Italia y la costa dálmata, además de mantener una parte de Polonia. Ejercía una importante influencia en los estados italianos de Módena, Toscana y Parma.
Inglaterra estaba interesada en puntos estratégicos en el mar y los obtuvo. Logró Heligoland en el Mar del Norte, Malta y las islas Jónicas en el Mediterráneo; el Cabo en el Sur de Africa, Ceylan en Lejano Oriente y algunas islas en las Antillas. Era parte del plan británico de dominar las rutas marítimas, tener puertos para abastecer sus barcos y vender su mercadería que aumentaba a medida que se desarrollaba la revolución industrial.
Francia, el país derrotado, debió pagar una indemnización, pero mantuvo algunos de los territorios que había conquistado. Se la rodeó de estados tapones (Países Bajos, Confederación Helvética, Piamonte) que sirvieran de freno en caso de una nueva expansión, y se la mantenía bajo vigilancia por temor a que resurgieran intentos revolucionarios.
El Congreso estableció que la navegación por los ríos interiores que pasaran por más de un país era libre. De esta manera se cambiaban las disposiciones tradicionales según las cuales los estados ribereños eran los únicos que podían permitir el paso de otros países por esos ríos. Esta resolución fue impulsada por Inglaterra y era parte de su interés en beneficiar su navegación. Sus barcos podían penetrar hacia el interior de los continentes llevando mercadería sin que los países costeros pudieran impedirlo.
El sistema de alianzas.- El sistema de alianzas o “sistema Metternich” fue el instrumento que usaron las potencias para poder asegurarse el cumplimiento de las resoluciones del congreso de Viena. La paz que se había conseguido era, como dice el historiador Mousnier, “una paz de aplastamiento”. No se consultó a los pueblos si querían volver a tener sus antiguos reyes, ni se consultó a los polacos si querían ser parte de Rusia, o a los noruegos si querían ser parte de Suecia. El reparto territorial desconoció la existencia de nacionalidades, y la resolución de implantar de nuevo los antiguos monarcas desconocía la voluntad de los pueblos acerca de la forma de gobierno que preferían.

Las potencias, especialmente las tres conservadoras, Rusia, Prusia y Austria, impulsaron la creación de una alianza para intervenir militarmente en aquellos países donde se desconociera lo resuelto en Viena y se intentara una revolución para cambiar los gobiernos o las fronteras.
En setiembre de 1815 los monarcas de Austria, Rusia y Prusia firmaron una alianza que invocaba los principios de la religión cristiana, la Santa Alianza. Estaba bajo la influencia Rusa e Inglaterra se mantuvo al margen de ella. Unos meses después el ministro austriaco Metternich impulsó una nueva alianza, que esta vez si contó con el apoyo de Inglaterra. La Cuádruple Alianza establecía el compromiso de una intervención inmediata en Francia si Bonaparte intentaba recuperar el gobierno. Pero la idea de Metternich era que la alianza tuviera más alcance: tener un consejo permanente que vigilara el cumplimento de lo resuelto en Viena. Cualquier intento revolucionario debía ser sofocado con la fuerza de los ejércitos de las cuatro potencias. Si bien Inglaterra apoyaba en principio, el gobierno inglés temía que la Cuádruple Alianza se transformara en la herramienta para la intervención de los grandes países de Europa central y oriental en los países chicos y esto rompiera el equilibrio.
Las alianzas se vieron resentidas por las discrepancias entre los cuatro grandes. Austria, Prusia y Rusia estaban de acuerdo en impedir las ideas revolucionarias y en restaurar el antiguo orden clerical, aristocrático y absolutista. Pero Inglaterra, donde la burguesía se había impuesto desde hacía mucho sólo estaba interesada en que se mantuviera el orden y el equilibrio europeo que le permitiera seguir adelante con sus negocios. Incluso entre las tres potencias conservadoras había recelos: Prusia y Austria querían imponer su influencia sobre los alemanes; dentro de Austria había pueblos eslavos que reclamaban el apoyo de Rusia para liberarse.





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